Denunciar la veritat als centres d’internament d’estrangers
És sabut que un dels preus que va haver de pagar el Govern espanyol per ingressar a la Comunitat Econòmica Europea l’1 de gener del 1986 va ser regular l’estrangeria per primer cop segons les directrius de Brussel·les. I va ser a la Llei Orgànica d’Estrangeria de 1985, on es van incorporar originalment els Centres d’Internament d’Estrangers. Els CIE són, doncs, una importació europea.
Si bé són dispositius habituals a la Unió Europea i es poden considerar legals perquè estan previstos a les lleis, les línies que venen a continuació s’escriuen a partir de la convicció profunda que els CIE són ferotges expressions de les pèssimes respostes legals a la presència de persones migrades: l’expulsió i l’internament, i que aquesta ferocitat («sadisme legislatiu i burocràtic», la denomina el filòsof del dret Luigi Ferrajoli) els converteix en llocs il·legítims a eliminar dels nostres països, dels nostres ordenaments jurídics. Aquestes línies, a més, s’escriuen amb l’autoritat que confereixen més de 13 anys de presència activa i profètica a diversos CIE d’Espanya (Barcelona, Madrid, València i Algesires) per part d’equips de visitants voluntaris del Servei Jesuïta a Migrants.
D’ençà del 1985 i, sobretot, en els darrers 13 anys, els equips constaten que els CIE s’han convertit en un element més —no sempre el més important, però sí un dels més aflictius i repressius— de la política migratòria europea i espanyola. Les alternatives a la privació de llibertat que comporta l’internament no només no són implementades a la pràctica per les autoritats, sinó que a més es fa un ús desproporcionat de l’internament. A través de l’acompanyament a les persones internades, sabem que els CIE presenten un dèficit recurrent i irresolt a l’estat de les seves instal·lacions, a la precarietat dels serveis (assistència social, sanitària i jurídica) i a les constants situacions de violència que s’hi viuen. Són llocs que provoquen una vulneració contínua dels drets fonamentals dels qui es veuen privats de llibertat, patint un tracte hostil de l’administració.
Para leer el texto en castellano, aquí.
A mí me lo hicisteis
Juicio Final en la frontera
“[…] Fui forastero y me recibisteis en
vuestra casa […] ¿cuándo te vimos
forastero y te recibimos? […] Cuando
lo hicisteis con alguno de los más pe-
queños de éstos mis hermanos, me lo
hicisteis a mí”. Mt 25, 40
Es altamente probable que Miguel Ángel tuviera en mente el evangelio de Mateo sobre el Juicio Final (y el Apocalipsis, de Juan) cuando pintó la pared frontal del altar de la Capilla Sixtina. En la composición que encabeza estas líneas, se reproduce en la parte derecha un fragmento de la pintura sixtina del genio florentino.
Miguel Ángel tenía 66 años cuando concluyó la obra. Exactamente el doble de edad que en el momento de iniciar la pintura de la bóveda de la misma capilla. Lejos quedaban los 33 años de edad en los que comenzó a pintar, por ejemplo, la creación de Adán, seguramente uno de los iconos del arte occidental, que se ha incluido en el canon global de la belleza y la proporción.
El optimismo renacentista de los frescos de la bóveda que muestra Miguel Ángel en su madura juventud contrasta con el caos inarmónico y el cromatismo casi expresionista de otro Miguel Ángel, el de la primera vejez. El Juicio Final es un amasijo de cuerpos desnudos, retorcidos, forzados, descoyuntados. Hasta el gesto de Jesús Juez es terriblemente agresivo, iracundo.
Miguel Ángel nos está diciendo que, en el trancurso de la historia y en su juicio final, al ser humano tan solo le queda su cuerpo desnudo ante la muerte, como único usufructo. El cuerpo desnudo como metáfora de la nuda vida. Biopolítica avant la lettre.
El Juicio Final es, en suma, la expresión de un espíritu pesimista, fatalista. Seguramente, Miguel Ángel mostró en él mucho de su mirada sobre el mundo que le tocó vivir. Un mundo frustrante, violento, oscuro. El Juicio Final es la representación pictórica de una decepción.
Pasión, muerte y resurrección de los derechos humanos
Cuaderno CJ núm. 222
El Centro de Estudios Cristianisme i Justícia ha publicado un texto del abogado, filósofo y profesor Josetxo Ordóñez Echeverría. En él, propone que los derechos humanos se encuentran en un momento de pasión y muerte: pisoteados en muchas partes, y cuestionados tanto por determinadas posiciones políticas de carácter xenófobo y autoritario, como por sectores que los consideran un instrumento de colonización y homogeneización cultural. Es por esta razón que necesitan ser puestos de nuevo en valor, quizás a partir de una redefinición en profundidad. El autor de este cuaderno traza las líneas que debería tener esta redefinición a la que da el nombre de “resurrección”. Resucitar los derechos humanos para que den respuesta a las necesidades del momento presente y ayuden al reconocimiento de todas aquellas personas que quedaron excluidas de la primera formulación.
El cuaderno ha sido editado en castellano y en catalán.
Los jueces, ¿animales políticos?
El activismo judicial en España
Uno de los fenómenos más interesantes de nuestra democracia es el protagonismo social y político de los tribunales. Los ejemplos son múltiples y vienen a la memoria resoluciones judiciales que han puesto en el debate público el papel de los jueces y tribunales en los conflictos sociales y políticos. Por citar algunos: la peripecia del Pleno de la Sala Tercera del Tribunal Supremo de noviembre de 2018, que dio marcha atrás en su primera jurisprudencia sobre el pago del impuesto de actos jurídicos documentados en la constitución de las hipotecas, rectificándola en favor de la banca. Los casos judiciales del 3% (Cataluña), Gürtel (Madrid) o ERE (Andalucía) que contaminan gravemente la honorabilidad de partidos “de gobierno” y su capacidad de gestionar los bienes comunes. La sentencia condenatoria -con matices según el cónyuge- en el caso Nóos o la instrucción por delitos de fraude presuntamente cometidos en Suiza por Su Majestad el Rey Juan Carlos levantan nubes de polvo mediático a favor y en contra de la Corona y de la forma monárquica del Estado. La resolución del conflicto entre las instituciones centrales y catalanas a través de la condena por sedición y otros delitos de la mayor parte del Govern y de miembros de la Mesa del Parlament o a través de la inhabilitación política por desobediencia del último President de la Generalitat catalana. Las sentencias judiciales que enmiendan la plana a ejecutivos central y autonómicos sobre medidas de confinamiento y restricción de libertades fundamentales en el contexto de la pandemia por coronavirus. Cada lectora puede quitar o añadir ejemplos a su gusto.
Aunque no es un fenómeno nuevo, ni en España ni en el resto del mundo, sí que parece nueva su intensidad. Frente al protagonismo judicial del que somos testigos, cabe preguntarse: ¿es la judicatura un agente político en la democracia? Si, para Aristóteles, el hombre es zoón politikón, ¿son también los jueces animales políticos?
Confinamiento: atalaya y frontera
Derechos confinados en la ciudad confinada
El cómic «Astérix en Italia», publicado en 2017, gira alrededor de la celebración de la primera carrera transitálica de cuadrigas. Por supuesto, Astérix y Obélix participan en representación de la Galia. Y por parte de Roma, compite un misterioso auriga enmascarado de nombre Coronavirus, secundado por su fiel escudero Bacillus. Antes de la competición, una sibila predice a Obélix que será llevado a hombros, aclamado, consagrado como campeón.
Ahora también aparecen oráculos sobre el futuro. Anticipar el tiempo próximo se ha convertido casi en un lugar común. Recibo mensajes sobre los cambios que producirá la crisis del coronavirus. Y no puedo negar que me acude el escepticismo. Muchos anuncios sobre el vuelco que se dará en las sociedades posmodernas, en el capitalismo, en el consumo, en la producción energética. Alguien habla de un futuro verde, alineado con la emergencia climática y sensible a las heridas y necesidades de la Biosfera, nuestra Casa Común. Otro, de un redescubrimiento más profundo de las interrelaciones humanas, o de la justa valoración y reconocimiento de los cuidados. El eslogan más terrible de todos los oráculos es aquel que proclama ciegamente el «todo irá bien». O aquellos otros, tan inhumanos, que dicen: «saldremos más fuertes de esta», etc